TULA, HIDALGO: EL OTOÑO NEGRO

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Lejos quedó el octubre de cada año en que, como emulación de los aconteceres en otros países, México celebraba numerosos festivales culturales, entre ellos el Festival Internacional Cervantino.

Diversas plazas de México siguen siendo escenarios de múltiples manifestaciones artísticas y culturales, por lo que la actividad del espíritu en su forma de expresión artística continúa y continuará.

Solo que la realidad, obligada por la pandemia y forzada también por el distanciamiento gubernamental frente a las formas en que se venían produciendo el arte y la cultura, ha abierto de manera casi automática alternativas que aún están por demostrar su efectividad para mantener unidos al púbico y al artista.

Las tradicionales ferias populares que tienen su base en las fechas religiosas de la iglesia católica también han sufrido variantes y en este octubre de 2021, junto con toda la amplia gama de opciones que arriba se refieren, pasarán a limitarse y a difundirse a través de los medios electrónicos y digitales, hoy tan a nuestro alcance.

Es octubre y, por un año consecutivo más, la Feria de Pachuca, como las Fiestas de Octubre en Guadalajara, y hasta la popular feria tradicional de Tlahuelilpan, todas en torno a los festejos por San Francisco de Asís, serán apenas un indicio de que los mexicanos seguimos de pie.

Lamentablemente, el altísimo riesgo sanitario, el peligro ascendente de ser víctima de algún crimen violento y la gravedad de los daños causados por los destructivos fenómenos naturales, en especial los de orden hidrometeorológico, derivados del calentamiento global, tienen sometidos a los mexicanos.

Lo que parecía un escenario poco probable hace algunos años, hoy es una amarga y dolorosa realidad: en nuestro país, en cada una de sus regiones y entidades completas se ha “normalizado” este sometimiento.

No hay nivel de autoridad ni poder humanamente comprensible capaz de alcanzar soluciones frente a esta complejidad que cada día se agrava.

Las inundaciones del 7 y 18 de septiembre en Tula no han sido dimensionadas lo suficiente en el orden nacional como un ejemplo de la gravedad de todos estos factores: el país cerró los ojos una vez más frente a la crisis de contaminación que desde hace por lo menos 60 años se vive en la que fuera sede de la cultura tolteca.

Escasa y tibiamente, solo hasta veinte días después de la tragedia, el gobierno federal publicó un acuerdo para indemnizar a cada una de las familias de las 17 personas que perdieron la vida en el hospital del IMSS, con 50 mil pesos (a los familiares de los decesos ocurridos en la Línea 12 del Metro en CDMX les acordaron 1.9 millones de pesos por cada fallecido).

Octubre, pues, el mes emblemático del otoño, este que cada vez se aleja más de las libres expresiones del arte y la cultura, este que hoy atrae crímenes, enfermedades y desgracias, abre en su edición de 2021 con una ciudad que jamás creció tanto como para hacerse sentir en el país y que, bajo las aguas negras provenientes de los drenajes del Valle de México, sigue ahogando en frustraciones sus gritos de auxilio.

Así.

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