Se cumplieron cinco años del triunfo electoral en México que le permitió al partido político denominado Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) alcanzar en la persona de su fundador Andrés Manuel López Obrador la presidencia de la República.
En el zócalo de la Ciudad de México, capital del país, se reunieron los 22 de 32 mandatarios de las entidades que hoy gobierna, la mayoría que ostentan en las cámaras de diputados y senadores del Congreso de la Unión, líderes destacados -fundadores y recién llegados- y una multitud de personas procedentes de todas partes de la nación mexicana.
Ante ellos y a través de los medios de comunicación, el presidente hizo un balance de lo que ha logrado su gobierno en este quinquenio y estableció las directrices de como quiere que marchen las instituciones y el pueblo en los años por venir.
La histórica sucesión presidencial está en marcha y él mismo se ha encargado personalmente de conducirla en todos los frentes; a pocos días de este evento que busca afianzar el nuevo sentido republicano irrumpió a consecuencia de la combinación de diversos factores la figura de Xóchitl Gálvez.
Una mujer empresaria y política originaria de Hidalgo que vino llenar la ausencia de liderazgos consistentes dentro del recién creado Frente Amplio por México, que agrupa a lo que queda de los partidos políticos de oposición (PAN, PRI y PRD) y que abrió pronto también su proceso múltiple para buscar dentro de los partidos y las asociaciones civiles adheridas al frente a quien pudiera perfilarse como candidato o candidata para disputarle a Morena la presidencia y las posiciones en el Congreso.
Aunque las elecciones ocurrirán dentro de once meses, la agenda impuesta desde palacio nacional por el propio Jefe del Ejecutivo Federal ha llevado a todos los escenarios políticos del país a desencadenar la disputa por las candidaturas, primero, y por los otros puestos de elección que están ya en juego.
Mientras tanto, y muy independientemente de sus causas estructurales, el crimen en todas sus formas sigue ganando terreno y ha convertido a gran parte de la geografía mexicana en una auténtica tierra de nadie, donde ríos de sangre criminal e inocente por igual corren a ojos vistas de una población que no alcanza a ver ni alivio ni freno para esta crisis que desde algunas perspectivas quiere seguirse viendo como “paz social”.
Cierto es que se ha avanzado mucho en el combate que se mantiene abierto desde diversos frentes contra los grupos delincuenciales en los lastres más representativos como el robo y comercialización ilegales de combustible, la producción y venta de drogas ahora en su versión sintética, el secuestro, y la trata de personas.
Pero también es cierto que otras formas de crimen como el feminicidio, el robo con violencia, el asalto, la extorsión, mantienen índices con tendencia a incrementar y cobran cada vez más víctimas entre la población civil.
Ese es el contexto interno de un país que se ha retraído de la dinámica internacional, que mantiene en lo básico las relaciones con sus pares y que ocasionalmente figura en los escenarios internacionales, no siempre con la mejor apariencia ni postura.
Con todo, la economía nacional se mantiene en una estabilidad que permite a los sectores continuar sus actividades productivas, que se fortalece con los flujos financieros y con una paridad cambiaria en la que destaca un “súper peso” cotizado hoy en alrededor de 16 pesos y centavos, lo que no ocurría en décadas y aunque los economistas miran en esto una ficción, la realidad es que -aun cuando detrás venga una posible crisis estructural de alcance internacional- hoy la moneda mexicana manda buenas señales a la sociedad.
Es México, es el México de julio de 2023 a cinco años de la victoria de Morena en las urnas, es el México de una agenda política adelantada, un río revuelto que entre buenos y malos se disputan la ganancia de los pescadores.