En la política mexicana y en la hidalguense hay una zona de operación, invisible para los mortales, en la que solo tienen participación personajes que pueden contarse con una sola mano.
Lejos del escándalo de calle, de las movilizaciones multitudinarias digitales en redes sociales, con bots y sin ellos, y hasta de las encuestas -casi todas de dudosa credibilidad-, se encuentra el coro de las voces superiores.
En el Preferred Club giran las ideas, las negociaciones, las decisiones. Es un frasco hermético del que solo sale lo necesario cada vez que se requiere, gotita a gotita, y por eso resulta complejo para los mortales el análisis del futuro y adelantarse a las sorpresas.
Ese lugar restringido es, precisamente, la gran caja de sorpresas, en donde se cocinan alianzas, coaliciones, nuevos y viejos nombres, decisiones al fin. La caja de sorpresas ya hizo públicas las primeras grandes ideas que la gran mayoría no venía venir, pero que son ya las directrices que hay que atender.
Candidaturas al senado, mesas de negociación, coaliciones rumbo a las diputaciones locales, nombres rumbo al Congreso Federal, abanderadas mujeres, abanderados hombres, espacios para lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero e intersexuales y queer, movimientos estratégicos, enroques… ¡Sorpresas!
Busque un buen lugar en la tribuna porque desde la fábrica de sorpresas se ha anunciado que están a un hervor de poner sobre la mesa las grandes decisiones que se han estado esperando y que, casi de manera natural, revolucionarán el clima político, en el más estricto sentido del concepto.
Por favor no diga que no se lo dije: vienen grandes sorpresas en la elección de candidatos, agradables para unos y no tanto para otros. En el sentido del tiempo, a esperar unas cuantas horas más, y en el sentido del corazón, a no esperar nada, pues “bienaventurado el que no espera nada, porque nunca será defraudado».