Volvieron las lluvias, es la primavera de 2022 y a los (ir) responsables de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) se les hizo tarde.
Primero, han pasado ocho meses desde la inundación del lunes de septiembre de 2021 y apenas en abril iniciaron los trabajos de desazolve.
Pese al activismo de las víctimas, al momento no hay un solo culpable señalado por inundar al centro de la ciudad, donde 17 pacientes del hospital del IMSS perecieron, y por dañar el patrimonio de miles de familias.
Segundo, siguen de frente con el proyecto de limpiar, reencauzar y revestir el cauce. O sea: seguirán enviando las aguas negras de la zona metropolitana a la Pesa Endhó. Ojos ciegos, oídos sordos, cero voluntad.
Las aguas pluviales más las residuales, arrasaron con los avances que ya se tenían en la obra y el río ha vuelto a se el mismo.
Simultáneamente a esto, y ante la necesidad de imponer temporalmente medidas restrictivas más drásticas en la Ciudad de México ante las contingencias ambientales, ha revivido la corriente de opinión que señala a la zona industria de Tula como foco de emisiones contaminantes que van a dar a la capital del país y su zona de influencia.
Así es: Tula, el destino de la contaminación procedente desde los años 70 de la CDMX, hoy es paradójicamente señalada como “culpable” de ensuciar al Valle de México.
Son diversas las declaraciones de líderes de distintas organizaciones y algunos políticos del Valle de México, emitidas desde hace varios años, sobre cómo la Termoeléctrica de Tula y su contigua Refinería Miguel Hidalgo de Pemex, son la principal fuente de emisiones de gases tóxicos para la capital del país.
En Tula existe un descontento de la población en general por recibir las aguas negras capitalinas, convirtiéndose prácticamente en un “drenaje” de la Ciudad de México y el área metropolitana.
Aunque a esto nadie hace caso y siguen en aumento los casos de muertes por diversos tipos de cáncer, insuficiencia renal y diabetes, que se suman a los cientos de pérdidas humanas causadas por accidentes o crímenes violentos en la región.
Al respecto, el exdirector de la CONAGUA José Luis Luege Tamargo explicó que la realidad que estamos viviendo es consecuencia de errores, inacciones y corrupción, las cuales se han ido acumulando con el paso de los años.
Desde que se inauguró la presa Endhó, en 1952 y, particularmente, desde que se comenzaron a descargar ahí las aguas del Túnel Emisor Central de la capital en la década de 1970, la metrópoli desfoga su drenaje a raudales y en ocasiones inunda con aguas contaminantes a poblaciones de una decena de municipios.
Mismos que utilizan las aguas negras en su sistema de riego de verduras y hortalizas que son devueltas a la Ciudad de México para su comercialización: “La Venganza de Quetzaocóatl”.
También desde 1960 se empezaron a desarrollar otras zonas industriales, además de Tula, en Tizayuca, Pachuca, Tulancingo y Ciudad Sahagún.
La termoeléctrica ubicada a 8 kilómetros de la cabecera municipal y a 83 km de la Ciudad de México, genera al año 140 mil toneladas de dióxido de azufre y un aproximado de 15 mil toneladas de material particulado, que van a dar al Valle de México.
La investigadora Viviana Patiño Alcalá ha vuelto a poner el tema en el centro de la polémica, con un hilo de conversaciones al respecto en su cuenta de twitter.
En 2006, la ONU catalogó a Tula como la ciudad más contaminada del mundo; en 2019 el entonces titular de la Semarnat, Víctor Toledo, advirtió que se ha convertido en una zona prácticamente inhabitable por los altos niveles de contaminación del aire y agua.
El tema está en las redes sociales, en los medios de comunicación, en los laboratorios de los especialistas; pero no está en la mira de los responsables institucionales. Mientras tanto, volvieron las lluvias; los avances en la obra del Río Tula literalmente se fueron al caño. ¿Hasta cuándo?