Otra perspectiva del huachicol, desde Tula

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Un artículo de Fernando Alfonso.

Durante 2018 y lo que va de 2019 reporté en medios de comunicación al menos 70 asesinatos que se cometieron en la zona que algunos conocen como el triángulo huachicolero, conformado por los municipios de Tula, Tepetitlán y Tezontepec de Aldama, en Hidalgo.

La gran mayoría de los casos podría vincularse al fenómeno del robo de hidrocarburo, que trae a su vez una ola delictiva imparable hasta el momento, pese a los esfuerzos institucionales de los tres niveles de gobierno.

 

El ‘huachi’, como le dicen de cariño al combustible y a la actividad misma de robarlo, va dejando huellas imborrables en la sociedad, que cada vez tiene más integrantes de familias nobles de corazón incorporadas a actividades delictivas, más por necesidad que por gusto.

Las huellas imborrables pueden ser subjetivas o difíciles de contabilizar, como el número de niños que fungen como halcones, las señoras que despachan el combustible en los patios de sus casas o los jóvenes que no continuaron con sus estudios por enfilarse a las bandas delictivas que ofrecen importantes salarios.

Pero en el recuento de los daños, hay cifras claras que nos permiten observar las dimensiones del arrasador fenómeno que ningún presidente de la República ha podido detener: se registraron a nivel nacional casi 12 mil tomas clandestinas en 2018 y se perdieron más de 35 mil millones de pesos por vía de robo de hidrocarburo, según Pemex.

Hidalgo es la segunda entidad con mayor número de tomas clandestinas en ductos de Petróleos Mexicanos del país; se contabilizaron más de mil 700 en 2018, alrededor de cien menos que en Puebla, estado que encabeza la lista de ilícitos de este tipo.

 

 

¿Por qué la gente compra huachicol en Tula?

La compra de huachicol en Tula no es una actividad nueva. En una zona con vocación petrolera como ésta, donde se ubica la Refinería Miguel Hidalgo de Pemex, durante décadas, a manera de rumores, se escucharon historias de personajes que tendrían acceso a la compra masiva de combustible ilegal a muy bajo costo y de trabajadores de Petróleos Mexicanos involucrados en este tipo de procedimientos comunes en un entorno de impunidad.

El secreto a voces, el rumor, el tema del que solo se hablaba en bajito, está a punto de llegar –si las investigaciones caminan como deben- a un punto en el que México y el mundo podrá conocer no solo la estrategia específica con la que han venido operando, sino que tendrá nombres y apellidos.

 

Recientemente el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, admitió que quien fuera jefe de escoltas del expresidente Enrique Peña Nieto, Eduardo León Trawitz, y posteriormente encargado de vigilar la red de ductos de Pemex, es investigado por su probable participación en el robo de hidrocarburo en una escala descomunal.

El robo orquestado por los de cuello blanco y corbata (o uniformes kaki, si fuera el caso) significó, a voz callada, otro privilegio al que no todos tenían acceso y, aunque se dice poco, esto contribuyó a que creciera la compra-venta del huachicol de hoy: el popular, el que sí es para todos.

El argumento más poderoso para comprar huachicol en Tula, así como en todos los puntos del mundo donde existe esta práctica, es que significa un ahorro de alrededor de 60 por ciento y pese a que la información institucional indica que la utilización de este tipo de combustible daña severamente a los coches, la realidad es que hay muy pocos casos de unidades con averías luego de años de consumo de este tipo de combustible.

 

La venganza de los pueblos en olvido

El comprar huachicol tiene un fondo emocional, que obedece además del tema del ahorro, a que el negocio que por décadas hicieron unos cuantos privilegiados logró estar al alcance de todos.

Comunidades como Santa Ana Ahuehuepan, en Tula, así como Pedro María Anaya, en Tepetitlán, sumadas a otros 10 pueblos que se ubican en la ribera de la Presa Endhó, guardan en la sangre el coraje que se viene heredando de generación en generación tras hechos de impunidad, daños a la salud, desigualdad, y desintegración familiar, derivado de acciones gubernamentales fallidas.

Son estas comunidades, señaladas por las autoridades como focos rojos en materia de robo de hidrocarburo, las mismas que en décadas anteriores vivieron la transformación de la Presa Endhó -la que considerada como un vergel pasó a ser la cloaca más grande del mundo en la década de los 70-, al recibir y seguir recibiendo hasta la fecha desechos de todo tipo provenientes del Valle de México.

Son estos pueblos los que se ubican al pie de uno de los focos de contaminación más graves de la zona, cuyos habitantes con frecuencia se quejan de la proliferación de moscos y el frecuente hallazgo de cadáveres animales y humanos.

Son también estas localidades, sitios donde es común observar familias desintegradas debido al fenómeno migratorio que ha obligado a sus integrantes a viajar a Estados Unidos, buscando mejores oportunidades laborales. Es, por cierto, gracias a este desplazamiento de mano de obra, que se lograron construir importantes espacios públicos con recursos enviados desde el extranjero.

Tras haber sufrido los embates de estos duros actos, con efectos no solo nacionales, sino internacionales, cuyos ecos han sido mínimos en comparación con la gravedad de sus efectos en lo social, las familias han encontrado en el huachicoleo una forma de generar mayores recursos y con esto aspirar a mejorar su calidad de vida, obtener la atención que se requiere, y de alguna forma, tomar el combustible al que sólo tenían acceso unos cuantos.

Es preciso subrayar que el mayor flujo de recursos provenientes de las actividades ilegales, incide directamente en el comercio formal y legal, pues termina por fortalecerlo. En este sentido, el huachiloeo encuentra una de sus máximas fortalezas: al comerciante legal o ilegal no le conviene que desaparezca o se debilite porque así mismo se ve vulnerada la economía en general.

Sin justificación para actuar por encima de la ley

Ninguno de los antecedentes que aquí se apuntan son justificación ni pretexto para actuar por encima de la ley, pero tampoco la magnitud del fenómeno justifica que en el contexto nacional se olviden o no se mencionen los aspectos particulares del entorno, que aquí apuntamos, y que son piezas clave de lo que hoy afecta a todo el país.

 

Estrategia social paralela

En este sentido, es de preocupar que no existe hasta el momento una estrategia integral, paralela, a la que encabezan corporaciones armadas, que involucre a los tres niveles de gobierno en coordinación con la sociedad civil, para la implementación de programas o acciones puntuales para contrarrestar el fenómeno desde un ángulo social.

A nivel administrativo y en materia de seguridad, hemos sido testigos de que el esfuerzo institucional es significativo, sin precedentes y con altas probabilidades de que sea contundente y exitoso, pero nada o poco se sabe de acciones que atiendan a los sectores más vulnerables desde la perspectiva emocional y de desarrollo social.

Y es que no solo la gasolina, los ductos, y la presencia del Ejército y la Marina son temas centrales; hay que atender las bases de la sociedad y ofrecer lo que nunca tuvieron y por siempre pidieron los habitantes del triángulo huachicolero.

De mucho servirá la apertura de espacios y puesta en marcha de programas para el desarrollo del deporte y las artes, centros de acompañamiento al emprendedor, oficinas de atención personalizada a las mujeres, centros de capacitación en nuevas tecnologías, la atención cercana y puntual a la contaminación que se vive. ¡Alternativas extras a ser campesino, obrero, irte a Estados Unidos, conformarte con un empleo mal pagado, o ser huachicolero!

De dos cosas este periodista tiene seguridad: la primera, es que la implementación de estos espacios y programas resultará más barata que el monto que representa la fuga monetaria para el país por vía del robo de hidrocarburo o las cantidades que se utilizan para movilizar policías y militares; y segunda, que en el mediano plazo se podrán presumir agrupaciones musicales de excelencia, solistas, pintores, cantantes, cineastas, escritores, fotógrafos, empresarios y comerciantes prósperos, o en su caso, futbolistas profesionales con calidad de exportación, atletas de alto rendimiento en competencias internacionales.

Hagamos esta inversión en tiempos de crisis, como hacen los millonarios. Sembremos hoy el México que ha de arrullarnos en sus brazos mañana.

 

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