Carta a los jóvenes políticos

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A ustedes, hombres y mujeres jóvenes que en los dos o tres meses anteriores repartieron volantes, agitaron banderas, colocaron sillas, colgaron lonas, se encargaron de la agenda, de las llamadas telefónicas, de manejar los coches, de congregar a los grupos, de hacer promoción del voto, cara a cara y por medio de redes sociales. A ustedes, mi reconocimiento.

A ustedes que recibieron insultos en las calles, pero también abrazos sinceros y hasta felicitaciones. ¿Qué habría sido de estas campañas políticas sin su fuerza, sus ideas, y su voluntad? Dicen que así se van construyendo las carreras de quienes en breve habrán de representar a los pueblos, desde las presidencias municipales, el Congreso, las gubernaturas, y la Presidencia de la República. Pero no de todos.

Hoy reconozco, sobre todo, a esos que se acaban la voz con las porras durante los mítines y reuniones, pero que nunca obtendrán un cargo porque a sus superiores no les da la gana. Celebro a quienes de su bolsa le aportan a los proyectos que al final serán injustos y no quedará nada más que el buen sabor de boca por haber aportado a una labor que se construye en equipo.

Qué incongruentes los partidos políticos cuando en el discurso aseguran la generación de mejores condiciones de vida para la juventud. “Daremos mejores oportunidades, generaremos mejores condiciones de vida a los jóvenes”, dicen. ¿No sería bueno comenzar con sus equipos de campaña? Ofrecerles mejores salarios, mejores condiciones laborales. No siempre se trata de dinero; es de voluntad. Qué incongruentes.

A ustedes, jóvenes, que se quedaron con una idea atorada en la garganta y en el corazón, a ustedes que aunque supieron con toda objetividad que el camino que se le había impuesto era el incorrecto no abandonaron el barco, a ustedes que en el fondo de la razón creyeron -porque seguramente así era-, tener una mejor aportación, pero que no la compartiste porque “tú eres chavo”.

La política mexicana, la política local, avanzará de manera seria cuando logre consolidar una transformación en las visiones, en el entendido de que las acciones se deberán consumar con la participación de todos, sin importar la generación a la que se pertenezca, pero sabiendo que el giro natural, hacia lo que sí trasciende, se irá aplicando en la medida en la que cada vez más personas coincidan en que es tiempo de los jóvenes.

Reconozco a los equipos de campaña que dieron el lugar que merecen a los más chavos de la organización. Y no solo cargaban la bocina o entregaban flyers en los cruceros, sino que eran quienes aportaban las ideas, generaban propuestas, programaban, evaluaban, se encargaban de dar esos tintes de innovación que casi siempre significan votos. Iremos más allá: a quienes, incluso, confiaron candidaturas a personas jóvenes.

Esas campañas frías, grises, monótonas, aburridas, cansadas, que fueron una dosis de lo mismo de siempre, tienen un común denominador: han relegado a los jóvenes a hacer la tarea secundaria, les han alejado de los reflectores. Y tal vez no sea este momento cuando la historia habrá de cobrarles esa cara factura que le deben a la juventud, tal vez no. Pero, de no ajustar esta perspectiva, cuando la historia llegue a ajustar cuentas, podría ser demasiado tarde.

A ti, joven, que muy disciplinadamente permaneces en la fila, obedeciendo más a tus superiores que a tus ideales, en espera de que en algún momento todo pueda ser mejor, te recuerdo que hay quienes en esa fila han llegado, sin trascender, a los últimos días de su vida. ¿No va siendo hora ya de pensar fuera de la caja?

 

Un texto de Fernando Alfonso

 

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