Amar a Cruz Azul es no callarse

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En la región Tula-Tepeji se ha convertido en una especie de tabú hablar públicamente de las complicaciones que vive la Cruz Azul, tanto a nivel Cooperativa que funge como el gran manto sagrado que lo cubre casi todo, como de manera particular en cada una de las unidades que conforman el núcleo cooperativista; entre otros: la fábrica, la tienda, el estadio, la escuela y, por supuesto, el amado -más aquí que en ningún otro lugar del mundo- equipo de futbol profesional.

En lo local se ha hecho un esfuerzo extraordinario para hacer que los serios conflictos de todo tipo que vive Cruz Azul al interior se sepan lo menos posible en las calles y sitios públicos de Tula, Tepeji, Ciudad Cooperativa, y en general el sur hidalguense, que es la segunda región con mayor fortaleza económica de la entidad.

Sin embargo, desde la capital del país, los medios nacionales y su alta influencia en la esfera internacional, así como la información que fluye sin cesar en las redes sociales, se han encargado de hacer que las familias que en torno a la capital tolteca desarrollan sus vidas, se enteren con preciso detalle de lo que acontece y así fue como la mañana del seis de agosto de 2020 despertamos con una noticia que se registrará como una de las más tristes en toda la historia azul.

Derivado de un juicio, José Manuel Salazar Uribe, Juez Sexagésimo Civil de la ciudad de México, ordenó a la Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina la posesión de las oficinas ubicadas en Gran Sur, para entregarlas a su Consejo de Administración actualmente en funciones. Se adelantó que se realizaría un acto similar en las sedes de Oaxaca e Hidalgo.

Si bien las acciones deberán generar conclusiones que inviten al cooperativismo a reestructurarse, a reinventarse, una de las grandes lecciones en las que se deberá reflexionar y actuar de inmediato es ¿hasta dónde la ficción y el silencio que de manera obligada se ha ido creando en torno a problemas serios y sustentados le ha servido a la marca, a la empresa, a la cooperativa, y sobre todo, a la gran familia azul?

Anécdotas

Soy orgullosamente egresado del Bachillerato Cruz Azul, donde no solo conocí a entrañables amigos que hasta la fecha conservo, sino en donde hasta me enamoré y conocí a la mujer de mi vida, con quien comparto hasta la fecha la libertad y la exigencia diaria por contribuir a construir una mejor región para vivir.

Tras casi 10 años de concluir mi paso por el Centro Educativo Cruz Azul, recibí una invitación de la institución para aparecer en una edición virtual con entrevistas a egresados exitosos, la cual sigo agradeciendo. Me preguntaron, textual, ¿cuáles consideras que son los retos que las generaciones actuales deben superar para ser ciudadanos ejemplares?

Contesté que “…hay que superar retos como el de encontrar tu vocación, comprender cómo funcionan las autoridades y las leyes en México, tener un plan de vida, la corrupción, la inseguridad, la censura, la crítica, la fama, el poder”. Días después de publicada mi entrevista, la desaparecieron, fue censurada, porque había “reacciones poco favorables por los contenidos”, me dijeron, mientras retumbaba en la prensa nacional un nuevo lío en el que se señalaba de actos ilegales a altos directivos de la cooperativa por allá de julio del año pasado. Afortunadamente y como una prueba de profesionalismo de mi amada institución, la volvieron a publicar online tiempo después.

(Aquí les dejo el link de la entrevista completa: https://issuu.com/egresadoscruzazul/docs/fernandoalfonso)

Hace unos cuantos años, cuando publiqué para la radio un reportaje en el que despedía con altos honores al equipo de la división de ascenso Cruz Azul Hidalgo que se fue del panorama local sin pena ni gloria, me costó severa e injusta reprimenda por hablar con la verdad, al más viejo estilo de censura, muy distante de la exigencia social en materia informativa que se vive en nuestros tiempos. Así, como estas, hay varias historias que podría contarles acerca del silencio como falsa medicina dentro de Cruz Azul.

A mis amigos jubilados que tanto me han enseñado de las raíces del cooperativismo en nuestra región, familias completas orgullosas de tener sangre de socio fundador, fanáticos del equipo que todavía recuerdan a históricos futbolistas en el Estadio 10 de diciembre, ex catedráticos y maestro en activo del CECA, trabajadores de la fábrica disciplinados, entregados, sé que ustedes más que nadie, comprenden el daño que hace el silencio.

De tal manera que, alrededor de todos los pendientes jurídicos, organizacionales, de identidad, y administrativos que ya tienen los azules sobre el escritorio, deberán analizar con la cabeza, pero más aún con el corazón, acerca de como la transparencia, la apertura, la tolerancia, el diálogo, tendrán que ser herramientas clave para la obligada nueva reestructura que la Cruz Azul merece, porque no callarse también es una forma de amar.

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